Aunque no existe un patrón interespecifico único que determine que un animal de una especie concreta sufre dolor y con qué intensidad, si suelen coincidir varios comportamientos que lo sugieren como son posturas o movimientos extraños o gemidos y chillidos (vocalizaciones). Además, el contexto del animal, su enfermedad, el haber sido intervenido quirúrgicamente, etcétera, facilitan la interpretación. Por otro lado, el... + Leer más
Aunque no existe un patrón interespecifico único que determine que un animal de una especie concreta sufre dolor y con qué intensidad, si suelen coincidir varios comportamientos que lo sugieren como son posturas o movimientos extraños o gemidos y chillidos (vocalizaciones). Además, el contexto del animal, su enfermedad, el haber sido intervenido quirúrgicamente, etcétera, facilitan la interpretación. Por otro lado, el empleo de analgésicos de forma eficaz suele eliminar la alteración del comportamiento inducido por el dolor, lo que reafirma la anterior presencia de dolor y la efectividad de nuestro tratamiento.
Un buen conocimiento de los comportamientos asociados a dolor en cada especie resulta esencial. Una dificultad añadida es que hay también variaciones individuales de forma que solo aquellas personas en contacto muy estrecho con los animales, como lo propietarios de mascotas, pueden percibirlos (el animal deja de comer su comida favorita, ya no mueve la cola cuando se le saluda, no quiere salir a la calle, se muestra mucho menos activo, no quiere jugar, etc.).
Recientemente se ha observado que los animales también desarrollan expresiones faciales de dolor similares a las de las personas. Ello está permitiendo establecer sistemas de valoración complementarios.
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