El dolor es una sensación aversiva o desagradable que produce cambios en el sistema nervioso y en especial el sistema nervioso simpático estimulándolo. Dicha estimulación es la que también se produce en situaciones de estrés. La activación del sistema nervioso simpático produce alteraciones típicas de aumento de la frecuencia cardiaca o respiratoria o la presión arterial. El principal problema que existe a la hora de tratar de reconocer el dolor a través de estos cambios es que estos no son específicos y, como se ha indicado, al haber otros fenómenos no dolorosos que producen estimulación del sistema nervioso simpático, estos cambios son inespecíficos. Una forma de deducir que los cambios son producidos por dolor es comprobar que se han producido cuando se asocian a comportamientos típicos de dolor. Por este motivo, escalas de valoración del dolor como la de la UUniversidad de Melbourne incorporan mediciones de las variaciones de las frecuencias cardiaca o respiratoria además de otras respuestas o cambios del comportamiento.
La activación del sistema nervioso simpático produce también sustancias endógenas, especialmente cuando el estrés o el dolor son intensos o duraderos. De este modo, sustancias como el cortisol suelen estar elevadas en animales que presentan dolor. Desgraciadamente la valoración de estas sustancias no es sencilla ni inmediata y requiere analizar una muestra de sangre obteniendo el resultado algún tiempo después de forma que no puede hacerse una valoración instantánea.
Finalmente existen en el mercado equipos electrónicos que ‘miden’ el dolor o ‘algómetros’ (de algos, dolor) que tratan de valorar el dolor de forma no invasiva, es decir, sin atravesar o dañar los tejidos del organismo, y son aplicados normalmente sobre la piel. Estos métodos aún son experimentales tanto en animales como en personas.
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